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Pese al estigma social y a cierta desmesura en el aumento, hay mujeres que recuperan la identidad y la autoestima tras pasar por el quirófano

En primavera y verano las cirugías estéticas se incrementan un 30% con respecto a otras épocas porque las vacaciones facilitan el postoperatorio

«No me he operado el pecho para que me miren el escote y digan ‘qué tetas más grandes tiene’. Ha sido una decisión meditada y la he tomado para sentirme mejor conmigo misma». Beatriz (29) confiesa ser una mujer nueva tras haberse sometido a una intervención de cirugía estética. Esta valenciana cuenta que en todo momento ha sido consciente del riesgo de meterse en un quirófano. Trató de informarse lo máximo posible, se entrevistó con varios cirujanos antes de decantarse por el que «sintió más feeling» y ella misma decidió el tamaño de sus implantes. «La moda era unas prótesis descomunales pero yo quería un busto natural. Ahora soy una mujer más segura y ya no siento vergüenza en la playa».

La salud, define la Organización Mundial de la Salud (OMS), es un «estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades». Por este motivo, los profesionales consultados por ZEN critican la banalización de la cirugía estética.

«Es un tema lo suficientemente importante como para no juzgarlo de una manera frívola», opina el doctor Javier Mato Ansorena, cirujano plástico con más de 1.000 prótesis implantadas en sus tres décadas de trayectoria. «He realizado numerosos estudios durante mi carrera y puedo concluir que al mes de la intervención las mujeres ya sienten el pecho como suyo. Además de su imagen cuando se miran al espejo, la mayoría mejoran su autoestima y las relaciones sexuales».

Según el estudio Aumento de pecho: las españolas opinan, de la compañía farmacéutica Allergan, una de cada tres mujeres reconoce no sentirse a gusto con su pecho. El principal motivo es que tienen poco (39%) y casi la mitad (46%) afirma haberse sentido acomplejada por el tamaño de su busto alguna vez. De hecho, una de cada 10 se plantea operarse para sentirse mejor.

La Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética (Secpre) sitúa la cirugía de mama encabezando el ranking de intervenciones estéticas más demandadas, con un 40,5% del total. «Tres de cada cuatro corresponde a un aumento o elevación» -datos del año 2014, último informe realizado, pues se actualizan cada cuatro años-.

En primavera y verano existe un repunte. El número de intervenciones se incrementa alrededor de un 30% en abril y mayo respecto a otras épocas del año. Los motivos, indica el Secpre, son «que, al llegar las vacaciones, haya concluido adecuadamente el postoperatorio y que a éste no le afecte la mayor exposición al sol».

Cómo detectar un buen profesional

La secretaria general de esta organización, Ana Jiménez, indica que la principal referencia de un profesional es su acreditación como Especialista en Cirugía Plástica, Estética y Reparadora, el único título oficial de especialidad que lleva «estética» en su denominación. «Esto nos garantiza su adecuada formación oficial, con título reconocido por el Ministerio de Sanidad».

En cuanto al centro, la profesional recomienda que la operación sea «siempre» -y enfatiza en esta palabra- en hospitales y/o clínicas grandes, que además de quirófano y habitaciones tengan UVI para cualquier eventualidad que pudiera suceder. «Es el aval para que, si surge alguna complicación, se pueda solucionar».

Tamara (28) entró al quirófano sin saber la talla con la que iba a salir. «Dudaba entre una más o una menos». Ahora reconoce usar menos escote que antes. «Yo no tenía un complejo de morirme, es más, cuando consulté con distintos cirujanos muchos me decían que tenía el pecho muy bonito y por qué me operaba. Pero tenía claro que quería mejorar y, si no lo había hecho antes, era por la opinión de mis padres». Dice estar encantada con el resultado y lo volvería a hacer, sin embargo, piensa que quizá se pasó. «Me vendieron que era una operación sencilla, de dos horas, y que la mayoría de chicas se arrepentían de haberse quedado cortas».

¿Por qué entrar en quirófano voluntariamente?

«Detrás de ésta y de otras operaciones de estética hay un problema de autoestima. En estos casos la mujer intentaría paliar su inseguridad (problema interno) con una intervención quirúrgica (solución externa). Lo que suele ocurrir es que una vez se habitúa vuelve la sensación de inseguridad, ya que el problema real no es una cuestión de talla», asevera David Lanzas, psicólogo de Álava Reyes, que explica el impulso de una mujer a aumentarse el busto por diferentes causas. «Una cierta sensación de frustración» con esta parte de su cuerpo por un pecho poco desarrollado sería una de las principales. Pero hay más.

«Después de una ruptura amorosa hay personas que intentan resurgir a través de un cambio estético. En pequeñas dosis, como un corte o cambio del color de pelo, es sano, ya que ayuda a marcar que empiezas de nuevo. Cuando esa transformación implica una cirugía estamos ante algo desproporcionado, ya que el dolor por una pérdida es pasajero y los resultados de una intervención quirúrgica no». También alude a la presión social. «Por una cuestión de aprendizaje, el perfeccionismo puede estar detrás de un implante de pecho«.

El mayor impacto se da a nivel de identidad y de autoestima, prosigue el profesional. «Si una pareja te exige retoques estéticos como requisito para estar contigo, quizás lo que menos haya que cambiar sea el pecho», zanja el psicólogo. El citado estudio de Allergan recoge que dos de cada 10 mujeres se operarían por esta razón. Los prejuicios sociales son otro aspecto analizado. El 23% de las mujeres reconoce haber criticado a quien decide aumentarse el pecho.

«Antes se operaban más jóvenes, a partir de los 18. Ahora a todas las edades, si bien es más común entre los 23 y 26 por mamas pequeñas y entre 35 y 45 para corregir atrofias tras ser madre«, revela uno de los cirujanos plásticos más reconocidos de España. «Nunca puedes asegurarlo al 100%, pero cada vez son más seguras. Casos alarmantes como los del fabricante francés Poly Implant Prothèse (PIP) es difícil que vuelvan a darse porque el gel actual está encapsulado. Pero sí existe una guerra de piratas en la que todo vale para competir». Aconseja no dejarse llevar sólo por el precio: «Por debajo de 5.000 ó 6.000 euros, dudaría de la calidad».

María del Pilar (47) decidió pasar por el quirófano tras tener su segunda hija. «Me quedé embarazada del primero a los 15 años, el pecho me creció demasiado y, cuando pasaron unos meses, se quedó totalmente vacío, con mucho pellejo». Al iniciar otra relación le avergonzaba mostrar su cuerpo en la intimidad. «Parecía el busto de una anciana de 90 años». Hace ya mucho tiempo que se operó, pero mantiene una vigilancia constante de las prótesis. «No es todo de color rosa. Pasé un dolor tremendo y estuve una semana dependiendo de otra persona porque no podía levantar los brazos. Ahora no puedo dormir boca abajo y algunos ejercicios ni los puedo hacer porque me molesta, pero aún así me cambió la vida».

La dura realidad del cáncer

Se han detectado casos de cáncer de mama entre mujeres muy jóvenes que querían aumentarse el busto. «Pese a la enorme tristeza con la que han salido de mi consulta, gracias a esta mamografía han descubierto la enfermedad a tiempo».

María del Socorro (57) superó un cáncer y decidió voluntariamente extirparse el otro pecho para evitar riesgos. «Estás hundida, te quedas con un hoyo y cuando la oncóloga te pone el ejemplo de Luz Casal y te plantea la reconstrucción hasta te da miedo». En estos casos la Seguridad Social financia la intervención. «Lo más doloroso fue el expansor que me pusieron para que la piel radiada se fuera estirando. Mis implantes son anatómicos, más naturales que los redondos. Te tatúan el pezón siguiendo el tuyo como modelo».

Esta paciente optó por la silicona en lugar del colgajo, la extracción de su propia piel para el implante. «El problema es que te pueden quedar bultos y eso a las mujeres que hemos pasado por una experiencia así nos obsesiona». No ha recuperado su talla original pero se encuentra mejor que cuando llevaba una bolsa de silicona en el sujetador. «Pesaba muchísimo y no te podías bañar en la playa. No queda tan bonito como cuando te operas por estética, pero por lo menos tienes tu pecho«.

* Los apellidos de las pacientes que han colaborado en este reportaje se han omitido por respeto a su privacidad.

Tipos y colocación

Los redondos tienden a aumentar la plenitud completa. Los anatómicos -en forma de pera y con tres dimensiones- se han diseñado para reflejar el perfil de una mama natural. Pueden colocarse bajo el músculo pectoral o sobre el músculo y bajo la glándula, en función del grosor del tejido mamario.

Incisiones

Existen tres posibles puntos: periareolar -borde de la areola-, axilar o inframamario -en el pliegue bajo la mama-.

Preguntas

Algunos de los miedos más frecuentes son los cambios de las prótesis pasados los años, la posibilidad de dar el pecho a los hijos o los dolores postoperatorios. Irene (37) se quedó embarazada al mes de la intervención y dio el pecho a su bebé sin problema aunque no se lo recomendaban. «Simplemente, ocurrió así y no tuve ningún problema». El cirujano Antonio Tapia afirma que la revisión de una prótesis debería ser de por vida. «El material ya es tan seguro que no es necesaria su renovación cada 10 años, como se pensaba». Recomienda un mínimo de 10 días de baja tras la operación y moderar el ejercicio: «El mes después de la operación sólo de cintura para abajo, actividades como la bicicleta estática».

*Fuente de la infografía: Allergan